jeudi 4 août 2016

Paz y Fraternidad


Por Patrick Le Hyaric

La onda expansiva engendrada por los crímenes terroristas ha producido miles de cerimonias religiosas e interreligiosas en las iglesias y las mezquitas. Con otros actos, en las plazas o frente a las alcaldias, nuestros conciudadanos han rendido homenaje al padre J.Hamel. Hay en todo esto una bella y fuerte respuesta a la supuesta guerra de religión.

Esa necesidad de encontrarse, hablarse, deshacerse de angustias y de miedos, reflexionar juntos, reafirmar la solidaridad ¡Es una fuerza! Es bueno y necesario abrir unos espacios, unos "trayectos" para el pensamiento. Pensar para entender. Entender para hablar y actuar de manera correcta. No para dar excusas sino para buscar, juntos, las condiciones que permitirán acabar con la pesadilla que está enlutando los pueblos del mundo y nos enluta con un ritmo insostenible.

Enemigo del pensamiento, adversario de la razón, el fanatismo integrista confunde los espiritus, siembra el miedo y derrama sangre, obstruye el entendimiento, incita al odio, impulsa las amalgamas para dividir, oponer hasta el enfrentamiento. Ubicándose en ese mismo terreno, los responsables políticos le están haciendo un pésimo servicio a la razón y a la República.

Algunos lo hacen con el mismo tono guerrerista que tenian cuando abogaban para que Francia se aliste detrás de la bandera del imperio norte-americano contra Irak, después de haberlo hecho en Afganistán. Son los mismos quienes, desde el aire, han dislocado a Libia con bombas y esparcido las metástasis que estan infectando a Africa.  

Negarse a reconocer esas faltas graves y negar la complejidad de la situación para salvaguardar sus intereses electorales es indigno e irresponsable. Declarar el estado de guerra, autoproclamarse jefe de guerra sin ayudar a comprender los problemas que enfrentamos es tambien una aventura peligrosa. Es criminal continuar el mercado fructífero de las armas con unos paises quiénes, bajo el radar, ayudan al ejército del terrorismo. De esta guerra, no se dibuja ninguna perspectiva de paz. El Papa ha tenido razón de proclamar que "el mundo está en guerra porque ha perdido la paz".

De las profundidades lejanas de estas guerras surgen unos monstruos amamantados con una larga y tumultuosa historia de dominaciones, saqueos, destrucciones, con unos intereses geostratégicos cuyos humos apestan a petroleo, armas y dinero. ¡No se trata aquí de ninguna justificación, mucho menos de complacencia! Es solo la constatación de que los grupos terroristas son evidentemente la consecuencia directa de esta historia y que el imperio está en su origen, primero por haber destruido las fuerzas democráticas en estos paises, luego inflando el "resentimiento" con la destrucción de los Estados y de las sociedades políticas.
Responder a cada atentado con el anuncio del aumento de los golpes de una coalición que se "auto-organiza" fuera de la Organización de las Naciones Unidas, solo echa leña al fuego y da argumentos a los fanáticos que afirman su voluntad de vengar la arrogancia occidental que no para de recordar las prácticas de mantenimiento del orden de los colonizadores.

Esto no significa para nada que habria que dejarlos hacer. Es únicamente con una combinación de esfuerzos diplomáticos y políticos sin precedentes, con una coalición mundial que accompañe el desplegamiento militar, que se podria empezar a cambiar la situación. Pero estos esfuerzos tendrian que estar obligatoriamente acompañados de nuevos actos, en particular el lanzamiento, en el Cercano Oriente y en el Oriente Medio como en Africa, de proyectos de co-desarollo humanos, sociales y medioambientales solidarios. 

Solo un conjunto de acciones puede acabar con el terrorismo fondamentalista. De la misma manera, responder en el interior del país con unos anuncios sucesivos de medios de represión, aunque esten indispensables en el instante, puede conducir a la agravación de la situación, hasta la multiplicación de los motivos de radicalización,  

Es indispensable dejar de esparcir el ácido de la estigmatización sobre unas partes de la sociedad tan ignoradas, menospreciadas y  olvidadas. Mejor habria que empeñarse a recoser el tejido social y cultural, a reducir el mal estar de cientos de miles de conciudadanos, particularmente los jóvenes.

Estamos llamados a hablarnos, a trabajar sobre la confianza y el reconocimiento de cada una y cada uno, sin importar el lugar donde viven, por un acceso igualitario a la escuela, a la salud, a la cultura, al trabajo y a la formación. Eso nos lleva de nuevo a la necesidad de dar una vida real a los ideales de la República, en dirección opuesta a las opciones de austeridad y de destrucción de los servicios públicos. ¡Hablemos, debatemos, intercambiemos por todas partes! ¡Unamonos para construir nuevos dias felices en todos los lugares en donde vierte la vida!

En pocas semanas, la Fiesta de la Humanidad va a ser uno de esos lugares llamados por las circonstancias a tener la mayor repercusión pública posible. Será la Fiesta por la Paz y la Fraternidad.


Traduction : C.Marchais
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