Hace frio todavia. Si, hace frio.
Pero la explosión de hermosura de la primavera le da como ternura al aire seco y claro.
Una diversidad generosa,
Un respirar hondo de los arboles y de las hierbas,
Una irrupción de texturas frágiles y de colores nuevos,
Un deseo irresistible de ser y crecer.
La belleza vegetal es fulgurante, imparable, irreprimible.
Nunca me habia fijado como este año en la revolución concreta de la primavera, su energia deslumbrante, enjambre de polen ramificado, brote cromático de verdes, rosados y blancos.
Y si me fijo tanto...
¿será porque el invierno fue largo y pesado?
¿que el corazón se enternece con el paso de los años?
¿que mi mirada se va agudizando con la conciencia que podria no ser?
Mirando las guerras del mundo consternado, nunca habia percibido con tanta ansia la necesidad de belleza eufórica. Por eso respiro a bocanadas los efluvios de paz vegetal, hasta desfallecer de alergia al polen.
Es que hay una acceleración del absurdo de los flujos y de los gestos, una tendencia al caos y a la desagregación, una especie de programación de la obsolescencia de la humanidad.
O euforia resistente de la primavera
O euforia de la primavera
O euforia... ¿Cuando llegará la primavera del mundo y su paz vegetal?
Y... si me quedo la noche en pie ¿no será para hacerla acontecer?
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