El otro dia en el Louvre, me
quedé mucho tiempo frente a la balsa de la Medusa, este sombrio y escalofriante
cuadro de gran formato pintado por Gericault en 1819. Me sobrecogió escuchar como
un hombre explicaba la historia de la obra a su hijo. Me recordó las palabras
de mi mamá que era maestra : cada año, venia con su clase al Louvre y cada
año explicaba la misma historia frente a la balsa de la Medusa. Con casi
cuarenta años de diferencia, las palabras del hombre y las de mi mamá eran casi
las mismas… Me dí cuenta que, frente a ese drama del naufrago, habia una
tradición oral construida con preguntas atrayendo la atención, acercandose colectivamente
a la tragedia para llegar al punto álgido de la esperanza minúscula.
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