vendredi 1 janvier 2016

Detener la propagación del miedo


Francia, mi país, tiene miedo. Yo tengo miedo.  
La mejor manera de enfrentarlo es decirlo, hablarlo para pensarlo.

Entre la insuficiencia de la respuesta planetaria al cambio climático puesta en escena en la COP21, el caos de las guerras donde están involucradas de cerca o de lejos "nuestras fuerzas armadas", la obsesión por la seguridad sustentada con las amenazas de atentados, el recurso sistemático a la figura del chivo expiatorio musulmán o migrante, el ajedrez demoledor que se está jugando entre "terrorismo" y "anti-terrorismo", la escalada de las medidas atentatorias de las libertades, la destrucción de los derechos sociales, la precarización del trabajo y la escasez creciente de recursos en las clases populares, las traiciones repetidas del gobierno derechista social-demócrata, el auge de la derecha extrema y la penetración de sus ideas fuera del circulo de sus afiliados, la invisibilidad y la ineficacia de las alternativas progresistas y solidarias...
2015 ha sido un año terrible y cuesta vislumbrar donde se podría despejar 2016.

Nosotros, los ciudadanos atónitos, estamos abocados al encierro del choque traumático, con la idea de que el peligro que se nos viene encima nos coge en un callejón sin salida.

Fijarse en la gradación de las terminologías del miedo puede quizás permitir su "domesticación": 
peur (miedo) es inquietud por la presencia de un peligro,
crainte (temor) es un peur fuerte,  
terreur (terror) es un crainte grande y profundo,  
panique (pánico) es un terreur súbito y sin fundamento,  
épouvante (espanto) es un terreur grande,
frayeur (aterramiento) es un épouvante causado por la imagen del mal…  
effroi (pavor) es un frayeur grande…

¿Por qué ese llamado a la lingüística? Por qué buscar el sentido de las palabras? Porque nuestra humanidad es capaz de alumbrar con la razón esa emoción enraizada en la profundidad de nuestro cerebro reptiliano. Cuando se activa nuestra amígdala frente a lo que percibimos como un peligro inminente, no estamos condenados a la inhibición del pensamiento, podemos prepararnos a huir o a defendernos.

Inclinémonos también sobre el "cuerpo asustado", sobre su fisiología, para intentar acercarnos a él y tocarlo... Bien hay que empezar por inclinarse sobre el cuerpo aterrado, para mecerlo, abrazarlo y tranquilizarlo. 

Darwin escribía: "El miedo es a menudo precedido por el asombro, emoción muy cercana ya que ambas  conducen a una estimulación de los sentidos de la vista y el oído. En ambos casos, los ojos y la boca  están muy abiertos. El hombre asustado empieza por paralizarse como una estatua,  inmóvil y sin respirar, o se pone en cuclillas instintivamente para escaparse de la mirada de los demás. El corazón late con violencia, palpita o golpea contra las costillas... La piel se ve muy afectada por un gran temor, vemos como segrega inmediatamente el sudor de manera  increíble. Los pelos se ponen de punta y los músculos superficiales tiemblan. Debido al cambio de la frecuencia cardiaca, la respiración se acelera. Las glándulas salivales actúan de manera imperfecta, la boca se vuelve seca, a menudo se abre y se cierra   

Llaman la atención la boca y los ojos del cuerpo asustado: el grito silencioso de la boca seca y los ojos abiertos como platos. Los sentidos estimulados... Se percibe aquí un enlace sutil y devastador entre el miedo y la sociedad del espectáculo. Ella actúa también, de manera privilegiada, sobre la boca y los ojos. Entra por allanamiento de morada en el espacio íntimo, ocupa el tiempo de cerebro disponible a través de la imagen animada y del sonido repetido, impone su construcción de las historias y de la Historia, amordaza la palabra y "paraliza como una estatua" al espectador, favorece el encierro sobre una misma o uno mismo, con esa necesidad de escaparse de la mirada de los demás.

Para los deseos de fin y principio de año, mi partido publica un video provocador que pone de relieve el discurso político del pavor, para denunciarlo y llamar a "detener la propagación del miedo". Polariza la atención sobre la figura del musulmán y del migrante, deja sobrevolar un plano STOP y concluye con la nostalgia de la campaña presidencial de 2012, cuando la palabra del candidato Mélenchon había dado aliento a la izquierda de la izquierda, reconstruyendo la esperanza y la solidaridad. Recordemos que en esa época, el lema que daba en el blanco era : "el problema no es el extranjero sino el banquero".

Pues, hoy, este video...
¿corresponderá a la necesidad de responder al choque con el choque?
¿de insertarse en la sociedad del espectáculo?
¿de encontrar un espacio en la escena mediática, retornando el argumento del adversario?
No sé si este video alcanzará el objetivo de “hacer ruido”, pero reconozcamos que habrá generado en mi la necesidad de pensar. 
Para 2016, nos deseo inteligencia en lugar de inmediatez.
01 de enero de 2016. París

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