En julio de 1905, Jean Jaures tenia que hacer un importante discurso por la paz en un encuentro de los socialistas alemanes en Berlín pero el viaje fue prohibido por el canciller del imperio M. de Bülow. El diario L'Humanité publicó la integralidad del discurso previsto el 9 de julio de 1905.
in L'Humanité
Recordar a Jaurès hoy, es reavivar toda la fuerza y la convicción del hombre de izquierda, comprometido con el diálogo y la fuerza de los argumentos en el combate por la liberación de los que producen, los que trabajan, contra la opresión capitalista. Es ofrecer a la generación joven, a las y los militantes, a las y los ciudadanos, unos argumentos y unos análisis para confrontarlos al presente". P. Le Hyaric
Recordar a Jaurès hoy, es reavivar toda la fuerza y la convicción del hombre de izquierda, comprometido con el diálogo y la fuerza de los argumentos en el combate por la liberación de los que producen, los que trabajan, contra la opresión capitalista. Es ofrecer a la generación joven, a las y los militantes, a las y los ciudadanos, unos argumentos y unos análisis para confrontarlos al presente". P. Le Hyaric
Sabemos muy bien, los unos y los otros, que en el mundo capitalista hay unas terribles fuerzas conflictivas, unas fuerzas de anarquia violenta, unos antagonismos exacerbados que el proletariado universal, encontrándose en un grado insuficiente de organización y de poder político, no puede todavia vanagloriarse de poder controlar con certeza. La competencia económica entre los pueblos y entre los individuos, el ánimo de lucro, la necesidad de abrir a toda costa - hasta a cañonazos - nuevas oportunidades para la producción capitalista congestionada y casi asfixiada en su propio desorden: todo esto mantiene hoy la humanidad en un estado de guerra permanente y latente. Lo que llaman "guerra" no es otra cosa que la explosión de este fuego subterráneo que circula en todas las venas del planeta y que es la fiebre crónica y profunda de toda vida. Así se buscan clientelas lejanas, clientelas exóticas y serviles, ya que todo el sistema reduce el libre consumo nacional quitándole a los obreros una gran parte del producto de su trabajo,
Si, lo sabemos, y sabemos tambien que la fuerza obrera no está todavia lo suficientemente organizada, lo suficientemente conciente y lo suficientemente eficaz, para contrarrestar y neutralizar esas malas fuerzas.
O bien el proletariado, seducido por la falsa apariencia de la grandeza nacional y corrompido con una parte irrisoria del botín capitalista y colonial, solo se opone con desidia a las empresas de la fuerza.
O bien las clases dominantes enredan con tanta habilidad la querella nacida del antagonismo económico, que los proletarios no logran distinguir su origen.
O bien, cuando su conciencia está más informada, no disponen de una acción adecuada sobre el mecanismo político y gubernamental, y su oposición está sumergida entre todos esos elementos flotantes y caóticos que pone en marcha el capitalismo a la hora de la crisis.
O bien, los trabajadores socialistas de cada nación, demasiado alejados los unos de los otros, se ignoran los unos a los otros, no confian en la utilidad de una acción que, para ser eficaz, tendria que ser internacional, y sin poder contar con el apoyo del otro lado de las fronteras, se abandonan con tristeza a la fatalidad.
Si. La protesta de la clase obrera no basta para disipar todas las tormentas. La voz del proletariado universal, que empieza a pesar de todo a elevarse vibrante y fuerte por encima de las naciones agitadas por una rumor eterna de preocupación y de guerra, no puede repetir todo lo que dice la campana de Schiller. Bien puede decir: Vivos voco, mortuos plango, llamo a los vivos y lloro a los muertos. Pero no puede decir todavia: Fulgura frango, quiebro el rayo. Una inmensa tarea de educación y de organización nos queda por realizar.
Pero desde ahora y a pesar de todo, está permitido esperar, está permitido actuar. Ni optimismo ciego, ni pesimismo paralizante. Hay un comienzo de organización obrera y socialista, hay un principio de conciencia internacional. Desde ahora, si lo queremos, podeamos reaccionar contra las fatalidades de la guerra contenidas en el regimen capitalista. Marx, cuando habla de las primeras leyes inglesas que reglamentaron el tiempo de trabajo dice que es el primer reflejo conciente de la clase obrera contra la opresión del capital. La guerra es, como la explotación directa del trabajo obrero, una de las formas del capitalismo, y el proletariado puede librar una lucha sistemática y eficaz contra la guerra, de la misma manera que ha emprendido una lucha sistemática y eficaz contra la explotación de la clase obrera. No hay ninguna ley de hierro del salario que la acción proletaria no pueda suavizar, ningun metro de hierro de la jornada obrera que la acción proletaria no pueda reducir, del mismo modo ninguna ley de hierro de la guerra que la acción proletaria no pueda hacer ceder. El mundo de hoy es ambiguo y mezclado. No hay ninguna fatalidad, ninguna certeza. El proletariado ne es lo suficientemente fuerte para que haya certeza de paz, ni es lo suficientemente débil para que haya fatalidad de guerra. En esta indecisión de las cosas y en este equilibrio inestable de las cosas, la acción humana es muy poderosa. Esa formidable incógnita no es temible únicamente por nosotros, los socialistas. Lo es tambien para todos estos que desencadenarian con temeridad unas guerras cuyas consequencias politicas y sociales y cuyas secuelas nadie puede prever.
Entonces, actuemos desde hoy en la marcha de los acontecimientos, a todos los niveles. Y como nadie puede determinar de ante mano el grado de eficácia de nuestra acción, tenemos que esforzarnos como si su éxito fuera garantizado.
en L'Humanité. Fragmentos de "La paz y el socialismo" 9 de julio de 1905
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O bien el proletariado, seducido por la falsa apariencia de la grandeza nacional y corrompido con una parte irrisoria del botín capitalista y colonial, solo se opone con desidia a las empresas de la fuerza.
O bien las clases dominantes enredan con tanta habilidad la querella nacida del antagonismo económico, que los proletarios no logran distinguir su origen.
O bien, cuando su conciencia está más informada, no disponen de una acción adecuada sobre el mecanismo político y gubernamental, y su oposición está sumergida entre todos esos elementos flotantes y caóticos que pone en marcha el capitalismo a la hora de la crisis.
O bien, los trabajadores socialistas de cada nación, demasiado alejados los unos de los otros, se ignoran los unos a los otros, no confian en la utilidad de una acción que, para ser eficaz, tendria que ser internacional, y sin poder contar con el apoyo del otro lado de las fronteras, se abandonan con tristeza a la fatalidad.
Si. La protesta de la clase obrera no basta para disipar todas las tormentas. La voz del proletariado universal, que empieza a pesar de todo a elevarse vibrante y fuerte por encima de las naciones agitadas por una rumor eterna de preocupación y de guerra, no puede repetir todo lo que dice la campana de Schiller. Bien puede decir: Vivos voco, mortuos plango, llamo a los vivos y lloro a los muertos. Pero no puede decir todavia: Fulgura frango, quiebro el rayo. Una inmensa tarea de educación y de organización nos queda por realizar.
Pero desde ahora y a pesar de todo, está permitido esperar, está permitido actuar. Ni optimismo ciego, ni pesimismo paralizante. Hay un comienzo de organización obrera y socialista, hay un principio de conciencia internacional. Desde ahora, si lo queremos, podeamos reaccionar contra las fatalidades de la guerra contenidas en el regimen capitalista. Marx, cuando habla de las primeras leyes inglesas que reglamentaron el tiempo de trabajo dice que es el primer reflejo conciente de la clase obrera contra la opresión del capital. La guerra es, como la explotación directa del trabajo obrero, una de las formas del capitalismo, y el proletariado puede librar una lucha sistemática y eficaz contra la guerra, de la misma manera que ha emprendido una lucha sistemática y eficaz contra la explotación de la clase obrera. No hay ninguna ley de hierro del salario que la acción proletaria no pueda suavizar, ningun metro de hierro de la jornada obrera que la acción proletaria no pueda reducir, del mismo modo ninguna ley de hierro de la guerra que la acción proletaria no pueda hacer ceder. El mundo de hoy es ambiguo y mezclado. No hay ninguna fatalidad, ninguna certeza. El proletariado ne es lo suficientemente fuerte para que haya certeza de paz, ni es lo suficientemente débil para que haya fatalidad de guerra. En esta indecisión de las cosas y en este equilibrio inestable de las cosas, la acción humana es muy poderosa. Esa formidable incógnita no es temible únicamente por nosotros, los socialistas. Lo es tambien para todos estos que desencadenarian con temeridad unas guerras cuyas consequencias politicas y sociales y cuyas secuelas nadie puede prever.
Entonces, actuemos desde hoy en la marcha de los acontecimientos, a todos los niveles. Y como nadie puede determinar de ante mano el grado de eficácia de nuestra acción, tenemos que esforzarnos como si su éxito fuera garantizado.
en L'Humanité. Fragmentos de "La paz y el socialismo" 9 de julio de 1905
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